En el mundo de la fotografía
contemporánea en Venezuela, sorprende el trabajo de Carmen Michelena, residente
en Caracas, quien dice creer en la libertad, pues no le interesa en absoluto el
arte en sus formas tradicionales. En ese goce por la aventura visual y
existencial, cree “que los hechos están en los ojos de quienes los ven, por eso
elegí la fotografía, para compartir lo que mis ojos ven, o lo que imagino que
pueden ver, pero sobre todo para compartir lo que me gustaría cambiar”.
Aunque Carmen Michelena,
pareciera afirmarnos que no es su intención cuestionar categorías estéticas, la
teatralización visual en sus collages digitales, muestran nuevas formas en la
representación y presentación de la imagen fotográfica actual. En el ámbito
conceptual, su investidura de Doctora en Historia de América, dedicada a la
investigación de las artes plásticas, sobre todo del siglo XIX, con la que
comparte la fotografía y el coleccionismo de imágenes, se manifiesta y reproduce,
diría más bien, ocupan una posición destacada en su creación.
Mientras que algunos artistas
simplemente salpican el tema de sus obras con imágenes de sus propias historias
y recuerdos, Carmen Michelena, inventa
imaginativamente el pasado y representa el presente. En su obra el pasado no es
lineal. Ella fomenta la mediación de lo viejo, en objetos y arquitecturas, a través de lo nuevo, asuntos de la vida
actual, reavivando una lectura que la fotografía contemporánea ha pasado por
alto. Hoy, lo viejo y lo tradicional no sólo no son incompatibles con la innovación
sino que, de hecho, nos indica que esa visión es necesaria para crear lo actual.
En sus nuevos collages digitales, no implica necesariamente un rechazo completo
del pasado, está incluido.
Más bien al contrario, utiliza el
pasado y los estilos tradicionales de los ambientes, de la casa (sobre todo el
kitsch y el barroco), con sus múltiples puntos de vista, que se asocian
habitualmente unos con otros. Más aún combina sus espacios decimonónicos con
personajes del pasado, y una zoología
fantástica con las estrategias actuales de la ironía y burla, y con asombro y
humor azota concepciones generales sobre su propia cultura e historia. Son
potentes combinaciones las que tienen el poder de expandir los límites de toda
posibilidad estandarizada de representación, así como el estrecho ámbito de
nuestra percepción. Tal y como ella misma escribe: “hechos que
están en los ojos de quienes los ven…lo que mis ojos ven, o lo que imagino que
pueden ver”.
Pero al integrar en un
vocabulario visual su experiencia profesional y existencial, Carmen Michelena,
es capaz de desafiar las nociones prevalecientes en torno a la fotografía como
un espacio para la irreverencia, en ese mosaico de vidas esperpénticas, donde
lo grotesco y lo absurdo sirven como reflejo de la realidad personal y
cotidiana.
La fotógrafa Carmen Michelena, ha
trabajado en colecciones privadas, bibliotecas y museos nacionales, al tiempo
que estudia fotografía. El arte entra en su vida desde entonces. En ese
trajinar cultural trabaja con muchos elementos visuales que tienen que ver hoy
con sus creaciones fotográficas, y con todo ese archivo de imágenes; el arte se
convierte entonces en un lugar de introspección
creativa, en esa búsqueda constante para sí misma, tratando de imaginar, aprehender en sus obras,
esos espacios, objetos y la zoología
fantástica, como ella dice: “que no podría tener en mi casa”.
Así, desde que monta sus primeros
collages digitales, en esta última década, Carmen ha experimentado
continuamente maneras de evocar un universo representacional y conceptual
nuevo, en la fotografía digital.
Este universo se articula
mediante un vocabulario que combina el exceso, la teatralidad (pienso que
Carmen, en el fondo es una mujer de teatro, aunque no lo ejerza
profesionalmente) y la reinterpretación de escenarios, que como lo comentaba
anteriormente utiliza la historia y el pasado para representar el
presente. Para ella “lo nuevo” no
constituye un rechazo al pasado, ese que estudia por muchos años, ya que se
acerca a éste como un bagaje cultural al cual recurre en busca de sus
pasados-presentes de sus creaciones. Es fascinante como esas nociones entran en
su arte con brillantez y ornamentación. Además, Carmen Michelena tiene también
un toque humorístico y una manera de entretener que algunas veces recuerdan la
actitud irreverente hacia la literatura y el arte del realismo mágico. Al igual,
Carmen mezcla lo real y lo ficticio para crear imágenes de significados
profundos que ofrecen una perspectiva fresca de la condición humana. Sus
espacios teatralizados son fácilmente accesibles y el público virtual, hasta
ahora, responde al instante con intensas emociones.
El sentido de exceso y la decoración, son características
fundamentales en sus collages digitales, y se han ido incrementando en cada
imagen. Tanto uno como otro son “hereditarios”. La herencia del
barroco-surreal, ese que constituye uno de los vínculos en nuestra cultura, que
abarca la idea de la existencia teatralizada, esa que seduce los sentidos y
crea un mundo intermedio, un espacio metafórico donde lo visible/invisible e
invisible/visible conviven. En la obra de Carmen Michelena, la teatralización
de la existencia se logra mediante la multiplicidad de puntos de vista, la rica
opulencia y la ornamentación muy bien combinada, escogida, pegada.
Además del exceso, a Carmen Michelena
le intriga en particular la cuestión de cómo puede la fotografía y las nuevas
tecnologías apoyar y realzar su creación. A diferencia, ella no emplea la
tecnología con fines estéticos solamente, sino como antídoto contra la
insipidez de los medios, es decir, contra su incapacidad para atraer y
comunicarse con el espectador. Al utilizar la tecnología actual, en sus asuntos
personales y culturales, con la que trabaja en sus proyectos, les otorga mayor
profundidad y carga emotiva. Así el uso de la tecnología digital rompe con las
normas convencionales de la representación y presentación de su creación. Desde:
Había una vez una niña; Ser mujer; Teatro
de especies; La cocina es el templo del hogar; ¡Estas Desnuda!; En la
habitación; Milagro; Sombra; Un buen desayuno; Casitas Victorianas; Liebre y
Tortuga; Escenas escaneadas, y sus más recientes imágenes creadas tras el
encierro por el Coronavirus, en todas estas creaciones todos esos aspectos (el
exceso, la teatralidad del espacio, la zoología fantástica, la ironía, el
humor, el coleccionismo y la reinterpretación de imágenes…) son elementos consistentes
de su trabajo. Sus collages nos invitan a adentrarnos en su “locura visual”
barroca y surreal; una puesta en escena, que produce una irresistible sensación
de desorientación por el hecho mismo del obligado desplazamiento del ver, entre
el aquí y allá, abajo y arriba, para demostrarnos que se pueden narrar acontecimientos
de una manera que hace borrosa la
frontera entre lo real y lo ficticio.
Élida Salazar.
23.4.2020 (tras 43 días del
encierro por el Coronavirus)
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