Por la pandemia mundial, del Coronavirus, una de las recomendaciones para el resguardo es “quedarse en casa”. En días de encierro, el arte en general es un arma poderosa contra el mal y el dolor. Hay que hacer algo con todo esto para que no nos destruya, con ese fragor de la desesperación por el encierro. Para vivir cuando la vida es cruel, los humanos nos despertamos del dolor sin sentido adornándolo con la sensatez de la belleza. Cuando el sufrimiento de las miles de muertes nos quiebra el espinazo, el arte consigue convertir ese feo panorama de la pandemia, en algo bello. Aplacamos carbones con las manos desnudas, y algunas veces, conseguimos que aparezcan diamantes.
Para vivir tenemos que narrarnos, somos un productor de nuestra imaginación. Nuestra memoria en realidad es un invento, un cuento que vamos reescribiendo cada día, lo que quiere decir que nuestra identidad es también ficcional, se basa en la memoria. Sin esa imaginación que reconstruye nuestro pasado y da sentido al caos de la vida, sin la existencia creativa en tiempo de encierro tras la pandemia, sería enloquecedora e insoportable, puro ruido y furia.
Para Carmen Michelena, la creatividad es justamente eso: un intento alquímico de transmutar el sufrimiento en cuestionadora belleza. Su collage fotográfico intitulado Casta cuarentena en recogimiento, mayo 2020, nos da la conciencia de que desde esas habitaciones donde estamos encerrados, son elementos importantes y merecen ser abordados. En este caso, no se trata de habitaciones como mero fondo fotográfico, sino como elemento imprescindible para transmitir la sensación de un macabro resguardo.
Escudriñemos este collage-fotográfico para descubrir sobre tiempos de cuarentena, y sobre nosotros mismos. No como ser individual sino como grupo humano, donde los personajes inventados son tocados por el arte de la ficción, la fábula, la leyenda, la ironía, el fantasma de la muerte, y el humor negro. Sean parte de su propio encierro, o de la invención en tiempos de pandemia, de la imaginación o miedos de la autora, creencias o realismos; estas habitaciones, vistas a través de las ventanas importan.
Carmen Michelena en Casta cuarentena en recogimiento, reverencia a los personajes que pueblan los días en esas grandes construcciones llamadas pent-house en el siglo diecinueve, sus enmascarados habitantes vistos a través de los cristales, desde el techo de la buhardilla hasta la planta baja se convierten en un espléndido juego de sentidos.
Envueltos en el paisaje del arco celeste, la autora destaca a los arlequines, y con ellos inicia su propia comedia del arte. Pero esos arlequines, pudieran traer también, para remate, esa otra rara enfermedad: ictiosis arlequines, esa patología que reseca la piel y le da apariencia de escamas, como la piel de un pez.
Carmen Michelena mira su comedia, su zoológico fantástico, con ojos de su infancia, con el encanto de la mirada de los niños: el gato en el tejado ve todo lo que ocurre en su territorio. Bajo su atenta mirada se suceden cosas curiosas e interesantes. Si subes al tejado con él, serás testigo de estos relatos originales que están en cada piso. En todo caso, en estas habitaciones se da lo que Alejo Carpentier llamó lo real maravilloso, y esta creación en tiempos de pandemia, podríamos también llamar lo cruel maravilloso.
Zoo
No será el gato el único animal que hallará espacio semejante a un arca de Noé de Carmen Michelena. En el breve espacio de este recuento, desfilan criaturas del zoo amoroso de la autora. Sus sentimientos por los animales se expresan en toda su collage-fotográfico, desde aquel escamoso pez, alusivo a los arlequines; pasando por el pulpo encaramado en la chimenea que dialoga con el arco celeste; el pájaro en su nido mirando desprevenido hacia otro lado; la lagartija y la luciérnaga buscando espantar al personaje de juego TEA quien con su mano alzada pareciera pedir un taima e invitarlos a formar parte de la fábula de los cuentos infantiles, todos inmunes al contagio, pues ninguno de ellos llevan máscaras de protección.
Asociados al sentido zoológico, aparecen los médicos que recorren los pisos de habitaciones, con las máscaras de la peste que tenían forma de pájaro e identificaba a los doctores frente a la pandemia más devastadora de la historia: la peste negra.
En la decoración, el pato en pareja es símbolo de buena suerte, pero en este caso, grande y solitario, se acerca a la mala suerte que rodea los escenarios para los acontecimientos inexplicables y dimensión de la pesadilla patológica.
También exalta la risueña oveja blanca que husmea (aunque siempre se habla de la oveja negra), forma parte de estas habitaciones de las maravillas, y esta vez se burla de la trajeada Heroína cuyo origen de su nombradía queda guardado en un alucinado frasco.
El desafiante león intenta asustar a los niños sembrados en la alfombra de quienes el peso de las máscaras de resguardo los inmoviliza.
Tanto más el estado deplorable del animal, el zamuro, viene en busca de los habitantes para, cumplida su misión (o esperarlos) morirán tranquilos y tristemente.
Aunque cargada de humor, esta imagen nos imprime una cruel sonrisa de preocupación, encierro, muerte. Imágenes reales o maravillosas, Carmen Michelena en cada personaje enmascarado hay algo de su propia vida y máscara cargada de humor negro.
Personajes
El desarrollo de la vida burguesa significó una fuente de inspiración de la que extraer temas nuevos para los pintores de género. La pintura de género siempre había transmitido valores morales, pero durante el siglo XIX la importancia del hogar y de las cuestiones que rodeaba la vida familiar condujeron a la creación de interiores equiparables a instantáneas de las creencias convencionales de la época. Es precisamente, esta visión reinterpretada la que Carmen Michelena, recrea en sus instantáneas de hoy.
El enfoque convencional según el cual vida cotidiana y retrato no combinaban bien disfrutó de una existencia larga y sana. “Por tanto todo aquel que al practicar el retrato desee dignificar a su modelo, de una dama por ejemplo, no la pintará vestida con un atuendo moderno puesto que la familiaridad del mismo bastará para destruir todo atisbo de dignidad”, esta corriente de pensamiento llego incluso hasta el siglo posterior. En el siglo pasado “el realismo en los fondos resulta fatal –arengaba el académico sir Hubert von Herkomer retratista sobre todo de las autoridades civiles masculinas del cambio de siglo diecinueve-. Todo debe dejar paso al rostro del retratado (…). Es más, me atrevería incluso a asegurar que cuando más elaborado el fondo, ¡peor el retrato!”.
Los fondos no deberían ser más que lo que la propia palabra implica: ¡debería permanecer en el fondo! Aunque todavía en pleno siglo XXI podemos encontrar opiniones similares. Un escenógrafo me comentó en cierta ocasión que cuando el público alaba repetidamente una escenografía significa que el escenógrafo está perjudicando al dramaturgo, y crear el fondo de un cuadro es como preparar el decorado de una obra. Carmen Michelena en su teatralidad y visión escenográfica, diríamos en todas sus imágenes, no piensa en el fondo como un espacio negativo, al contrario, al incluir una colección de objetos decorativos en sus salones y habitaciones, está representando a esa cuestionada sociedad, a una sociedad de consumo.
Desde la perspectiva de los tradicionalistas, el interior de los espacios retratados por Carmen Michelena, son un híbrido artístico. Constituyen una inteligente invención artística nacida con el fin de cuestionar los cambios sociales; una mezcla creativa destinada a expresar valores del estilo de vida burgués, o los pequeños burgueses de hoy, los representantes del cual deseaban y desean retratos de sus queridas casas en lugar de las cortinas, columnas, muebles, objetos genéricos de los convencionales retratos.
El carácter doméstico y burgués que se asocia al interior de la imagen híbrida Casta cuarentena en recogimiento, de Carmen Michelena, pudiera ser objeto de análisis feminista propio de los años sesenta. Encontramos en el interior de las habitaciones, vistas a través de las ventanas, en términos generales un hogar como sede de opresión en vez de lugar de crianza, habitaciones que exploran la idea de la memoria, la sexualidad, la mentira y el miedo.
Volvamos con la reverencia de Casta cuarentena en recogimiento, 2020, de Carmen Michelena, a los enmascarados y retratados personajes que habitan en esas habitaciones vistas a través de los cristales. A las cosas y objetos que los rodean, a esa especie de religiosidad distinta nos habla la autora. Ella oficia su creencia de que los “hechos que están en los ojos de quienes los ven…lo que mis ojos ven, o lo que imagino que pueden ver”. Este culto amoroso por la imagen, los espacios, la arquitectura, la decoración, los objetos, los animales, los juguetes, explica su letanía, creo “que los hechos están en los ojos de quienes los ven, por eso elegí la fotografía, para compartir lo que mis ojos ven, o lo que imagino que pueden ver, pero sobre todo para compartir lo que me gustaría cambiar”. Otra vez el retorno a la edad de la pureza, a esa etapa que al dejarla, le hace volver al secreto bien guardado del tesoro escondido, el retorno a la infancia, al juego y al miedo.
El distanciamiento de sus personajes insinúa el aislamiento mental de las figuras que los habitan. Los muebles y objetos de la escenografía y las vistas estáticas que ofrecen nos hablan de vidas vacías. Y los bloques de luz que nos permiten ver a través de las ventanas sugieren el paso del tiempo, en pandemia, que se niega a pasar. De esta manera, Carmen Michelena, en tiempos de pandemia, vuelve a su apasionada visión de las habitaciones y sus asociaciones. Recordamos a John Ruskin, quien escribió por el 1898, quien vale en esta ocasión: “No hay un solo objeto en esa habitación –común, moderno, vulgar- que no devenga trágico si se interpreta correctamente”.
Entre todas las actividades y aventuras de este grupo social retratado, cerrado y enmascarado, diría encerrados, que disfruta de ciertos privilegios, y discriminatorios con los individuos que no forman parte de él. En esta casta social, en su patética vida de encierro, destaca el personaje que se enmascaró con crema cosmética, pareciendo al fantasma de la buhardilla, ese último piso del edificio con techos inclinados que aprovechan el hueco del tejado.
Más abajo el maestro con traje aeroespacial, dirigiéndose a los niños de igual indumentaria, todos en fila y contra la pared siguiendo las instrucciones.
A través del cristal de la ventana, vemos una mezcla: lo siniestro y lo inquietante, visitándoles, quizá, un miedo atávico a la propia muerte y, sobre todo, a la enfermedad. Se ve claramente que la casta de mujeres se define por clases: la que se exhibe, reveladora y retadora. Mientras que los hombres dan órdenes. En esta casta machista. El regañón bienhechor, dotado de sana franqueza (que puede llegar hasta el maltrato), de una vivacidad de reprimenda; detenta el derecho de sojuzgar a la casta mujer, cuya desnudez define su condición de castidad, y ésta a obedecer vistiéndose de monja tal como le ordena el padre.
La vida dura de las Superheroínas. No se la pusieron fácil. Desde sus inicios han tenido que luchar contra viento y marea para sobrevivir. Contra los prejuicios, contra el deseo de sexualizarlas, la censura, el machismo, las modas, las ventas, y un largo etcétera. En esta imagen la crítica a las Superheroínas, más que femenina, la atrapa el machismo, que produciría algo menos de euforia con desviaciones. Las mujeres que suben y bajan escaleras, en actitud de exhibicionismo. El interés de la autora por el interior y los objetos, resulta de una serie de imágenes bastante inusuales.
La sorprendente mujer convertida en silla-culebra, con rasgos que terminan por caracterizarla.
La monja y la mujer acompañante, que en la puerta de entrada gritan por salir, pero la norma es “quedarse en casa” enmascaradas, mientras que los hombres guardianes no se lo permiten. Otra mujer se escapó, está en el techo de la buhardilla, intentando volar, pero le falta el paraguas de Mary Popins o las alas de murciélago contaminante.
Carmen Michelena, en su imagen Casta cuarentena en recogimiento, si bien hay mucho de macabro y teatral en todos los solitarios habitantes que miramos a través del cristal de las ventanas, todos conforman el escenario de los acontecimientos inexplicables de una pesadilla, el horror identificado como: la pandemia del 2020…
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